Tres años han pasado, largos y dolorosos años que tengo que aguantar y tragar, tristes días en los que he tenido que fingir que sin ti todo está mejor y pensar que tal vez estos años tan difíciles para mí, haya sido los mejor de tu vida.
Me pregunto si estas sufriendo igual que yo, si tus ojos están hinchados de aquellas hermosas lagrimas de amor que derramas por mí. Quiero pensar que por lo menos sientes un pequeño vacío en tu corazón. Porque yo, aun cuando canto, cuando escribo, cuando sueño, no dejo de pensar en ti.
Pueda que sea el más idiota del mundo por dejarte ir, tal vez la muerte no duela tanto comparado a lo que siento, tal vez algún día pueda comprender mi estúpida manera de amar y tenga el valor para volver a ti y enfrentarme a ese mundo que quiere separarnos.
Ya no voy más al bar, ya no toco el piano, no quiero recordar aquella melodía, nuestra melodía. No quiero, o mejor dicho, no puedo. Te extraño demasiado mi Junsu, intento imaginar cómo es tu vida sin mi, para así poder compensar la felicidad que hoy no tengo. Desearía verte, tenerte entre mis brazos y besar aquellos dulces labios que por muchas noches me dieron calor.
Salgo a la calle pensando que con un poco de aire pueda despejar mi mente, y tan solo por un segundo, por un maldito segundo pueda dejar de pensarte. Y sin darme cuenta estoy de nuevo aquí, a unas cuadras de tu departamento en ese lugar que fue durante tanto tiempo el cielo y que hoy es inalcanzable para un pobre mortal como yo. No puedo evitarlo y sigo caminando, si tan solo pudiera ver tu tierna figura por un instante podría seguir viviendo los próximos años.
De pronto mi mundo se detiene, se acaba el aire y el único sonido que puedo oír es mi corazón latiendo, queriendo salir de su lugar y correr hasta donde tu estas. Acabas de bajar las escaleras y salir por esa puerta, te haz dado cuenta de mi presencia y yo sin poder detenerme sigo acercándome.
Mi Junsu, mi ángel, mi pequeño delfín, deja de llorar por favor, que lo único que ocasionaras es que quiera parar aquellas lágrimas con un beso. Sin embargo me detengo a centímetros, sé que no debo estar tan cerca, temo que este amor sea más fuerte que yo. –“Yoochun-ah “ es lo único que alcanzo a oír, y sin darme cuenta ya está mi mano rosando tu rostro, sintiendo tu suave y tersa piel sobre mis dedos, sintiendo como las lágrimas mojan tus mejillas y como lentamente nos vamos acercando.
Pero tú te desplomas, caes al suelo inconsciente, y mi corazón de nuevo no puede contenerse, te cargo entre mis brazos, subo las escaleras y te llevo de nuevo a tu departamento, te recuesto en la cama, que tantas veces fue testigo de nuestra pasión. Solo quiero que estés mejor.
No soy capaz ni siquiera de nombrarte, no mereces que te haga esto, no mereces estar en esta condición Junsu. No suelto tu mano y durante horas me recuesto a tu lado. No hay en mi cabeza espacio para pensar en otra cosa más que en ti e impulsivamente con un suave beso marco tu frente, comienzo a bajar lentamente hasta la comisura de tus labios sintiendo tu olor, rosando aquella dulzura que me hacía caer en la adicción. No quería terminar el beso, porque sabía que cuando mi rostro se alejara del tuyo sería tiempo de irme.
Te pongo la pijama y te dejo dormir un rato más, espero que despiertes con un dulce sueño, salgo lentamente de tu habitación, y veo por la rendija de la puerta como despiertas, como pacientemente te vas sacando aquella ropa que segundos antes te puse. Cuando por fin escucho las gotas de la ducha caer, suspiro porque sé que estas mejor y no recuerdas nada de lo que acaba de pasar, simplemente vuelvo a dejar aquel cielo, como aquella vez en que cobardemente me fui.
Discúlpame si no puedo decir que te amo, si no puedo coger tu mano y quedarme a tu lado, pero te juro que si en nuestros sueños nos encontramos nunca volveré a dejarte ir.